Soy una mujer autista que he visto la necesidad de visibilizar la neurodivergencia para que las generaciones venideras tengan una mejor de vida con nuestras condiciones y nuestros peculiares cerebros. Diferentes a la mayoría, ni mejores ni peores.

Cuando me diagnosticaron tardíamente, tras el duelo de mi yo enmascarado, tuve que conocerme de nuevo a los 34 años y todavía ahora a los 36 sigo sintiendo la necesidad de visibilizarlo todavía más si cabe. Todas las prendas que he encontrado me han parecido obsoletas cuando ya hemos entrado en el nuevo paradigma de la neurodiversidad, ni estoy rota ni soy un puzzle.